Las circunstancias climáticas en el episodio anteriormente narrado, me hicieron decidir a ausentarme con las intenciones de estar una semana de visita, en la casa de mis abuelos en la ciudad de San José de Mayo.
Al bajar de la autocar que me guio hasta dicho destino, sorpresivamente me encontré con un asiduo cliente a mi negocio de Montevideo, y mutuamente nos preguntamos que hacíamos allí, yo le comenté del porque estaba ahí, y él me comentó que era su lugar de nacimiento y residencia, ya que periódicamente iba a la capital, y esa era la razón por la que acudía a mi local a tomar unas copas. Me comentó entre otras cosas, que hacía un par de meses que estaba al frente de un bar, propiedad de su tía que por enfermedad de esta se había tenido que hacer cargo, pero que dicho trabajo, no era en el momento lo que el aspiraba, pues no le permitía disponer de la libertad de la que a su joven edad disfrutaba.
Frente a lo casual de ese encuentro, al Coco Sureca se le encendió la lamparita de que yo podía ser el candidato a sustituirle y así liberarlo de su compromiso familiar, arrendándole dicho negocio a su tía, una buena Sra. llamada Lucía, antes de llegar a la casa de mis abuelos, me pico la curiosidad por ver dicho local, y nos dirigimos hacia el mismo y en realidad reunía mejores condiciones, de las que él me había contado, no me disgustó en nada la idea de entrar a negociar, con la propietaria, y quedamos en volver a conversar del tema, frente a dicha Sra. en un par de días a partir de ese encuentro, mientras yo por sí o por no, me ponía en comunicación con la persona encargada de mi negocio en Montevideo, por si tenía que postergar mi vuelta.
En los dos o tres días siguientes, empecé las negociaciones y en menos de una semana, yo era el nuevo arrendatario del bar con nombre de tango "VIEJO RINCON", ubicado en la calle del mismo nombre, esquina Larrañaga, memorizando las condiciones que reunía el local, paso a detallarlo lo más fielmente posible:
Un amplio salón a la calle, con una barra de mármol cuya longitud, mirando de frente hacia la puerta estaría próxima a los diez metros, con una buena equipación de frío y una cafetera de tres brazos, además de lo ya mencionado, completaba la estructura doce mesas con sus correspondientes 48 sillas, dicho salón tenía una puerta lateral que daba a una amplia pista con un techo totalmente quinchado, rodeada de bancos de madera y mesas instaladas alrededor, donde se podían organizar, y de hecho se hacían reuniones bailables, sábados, nocturnas y domingos hasta las 23 h, es decir que tenía muchas posibilidades para una buena explotación.
La ya mencionada situación, por la que atravesaba todo el Uruguay en ese momento, la negociación se hizo a la baja de lo que en primer momento me pedían por el arrendamiento mensual, que tironeando se cerró en esa época, en 1.500 pesos mensuales, que era un alquiler razonable. La urgencia de su sobrino, por abandonar su interino cargo para recobrar su libertad perdida, hacía que ejerciera mucha presión sobre mí para que me pusiera al frente rápidamente, mande a buscar a un amigo a la capital, para que se desplazara hasta la ciudad maragata para ayudarme en la nueva empresa que iba a comenzar en breve, con él y un camarero que ya era empleado y cuyo sobrenombre me hacía gracia, pues era conocido por "Mala suerte", que por alguna razón llevaba dicho apelativo, lo comprobé pasado unos meses, el comienzo de la explotación fue bastante alentadora a pesar de las restricciones de los servicios eléctricos, hacían que no se podían apreciar a donde podía llegar, los beneficios que se podían lograr volviendo a la normalidad de la situación, existente en esos momentos.
No pasaron más de cuatro meses, cuando mi amigo y colaborador decidió volverse a la capital, pues según entendí no estaba muy conforme con tener que desarrollar su vida en el interior, al ver que yo solo no podía afrontar la tarea, sin tener a una persona de mi confianza, decidí dejar dicho establecimiento, cosa que aún siento un pequeño arrepentimiento de haberlo hecho, pues de la forma que lo había encarado tenia y tuvo un buen futuro y digo tuvo, porque lo comprobé y esa primera semana con motivo de visitar a mis abuelos, que planifique en un primer momento, se convirtieron en once años de estancia.