sábado, 29 de julio de 2017

FRASEANDO



La espina que va a pinchar, desde chica tiene punta.

Los mangueros y los palos torcidos, jamás se terminaran.

Al voy le pago con venga.

Si eres capaz de pensar, llevas mucho adelantado.

Cuando te asista la razón, jamás te des por vencido.

Pedir perdón, no es malo, lo malo es cometer errores.

Siempre que un catedrático del tango ejerza su profesión, el alumnado que lo escucha, atrasa.

PLENA RECUPERACION

Nuevamente el colegio me ocupa gran parte del día, para poder recuperar el atraso que provoco mi anteriormente mencionada enfermedad, y ahí comienza mi trayectoria católica impuesta por las creencias de mi mamá, y después del cole tengo que asistir a clases de catecismo, para prepararme para mi primera comunión, a decir verdad no era un niño muy aplicado y me costaba mucho aprender esos rezos que me enseñaban y más bien me dedicaba a la fonomímica, a pesar de todo, siempre fui muy respetuoso con las creencias de los seres humanos.

Llego el momento de pasar a recibir los Santos Sacramentos y mi alegría fue enorme, paso a contarles porque, pues mi padrino y tío a la vez, me compro un montón de estampitas, que al obsequiárselas a los vecinos, a cambio me daban dinero, y ese fue mi primer negocio, además en la Iglesia después del acto, nos premiaron con chocolate y churros, todo un festejo para mi inesperado, fue tanto lo que me gustó ese acontecimiento, que en menos de un mes, tome nuevamente lo que para mi era algo muy agradable, la primera comunión, otra vez en otra Iglesia no muy lejana de la primera, no puedo precisar el tiempo que transcurrió, pero si puedo asegurar, que volví a pasar por la misma situación en una tercera Iglesia, para que nadie tenga dudas de mi breve pero profunda vocación, paso a mencionar las tres Iglesias en las cuales demostré que era un ferviente devoto, primera Sagrado Corazón en la calle Pozzolo,  la segunda Santa Rita en la calle Besares y la tercera en el Cerrito de la Victoria, así termino mi paso por el catolicismo.

La nueva etapa comenzó aprendiendo a subirme a los tranvías y para que me dejaran los guardas que custodiaban el pasaje y cobraban, le pedía prestada una caja de pastillas, y ni bien subía empezaba a vocear ¡Astra Americana, cinco vale el paquete, tengo de menta, guaco y limón, que perfuman el aliento y calman la tos!, hasta que en un momento determinado se frustro mi carrera de comercial, pues subió mi tío y padrino a la vez, que era un jockey de moda por ese entonces, y agarrándome suavemente de la parte de atrás de mi camisa, me bajo del tranvía y me hizo devolver la materia prima, con la que yo disfrutaba muchísimo, en mi divertida afición por tomar y bajarme de los tranvías en marcha, aparte de demostrar mis noveles condiciones, modestia aparte para convencer a los pasajeros, de las cualidades que tenía el producto, que yo les ofrecía.

Aprovechando la libertad, que mi situación de huérfano de padre y la poca custodia de mis pasos infantiles que podía ejercer mi madre por razones de trabajo, no perdía mucho tiempo en disfrutar, de las aficiones que aparecían en mi mente de niño, y sin perder mucho tiempo, una tarde me enfunde, mi único trajecito, y me anote en un concurso, de baile infantil, que se realizaba en la escuela de la calle Besares, en el corazón del hipódromo nacional de Maroñas, elegí como compañerita, una niña hija de un almacenero, que tenía su local comercial frente al palco de los socios, de apellido Piazza y estupenda bailarina para sus 8 años, con la que enseguida entramos a entendernos en el difícil arte del baile, las reglas de dicho certamen, era ir eliminando las parejas que a entender del jurado no lo hacían muy bien, y la Piazza y yo, seguíamos arriba del escenario, pero algunos padres de los niños que participaban, se quejaron de como era un baile de disfraz y mi compañerita y yo, no llevábamos atuendo de carnaval, intentaron eliminarnos, pero la respuesta del público asistente, fue unánime a favor nuestro y el jurado termino permitiéndonos continuar en dicho evento, y fuimos distinguidos con el primer premio, que consistía en 10 pesos y por supuesto el aplauso de los presentes, nos repartimos como correspondía, 5 pesos para cada uno, pero cuando salí a agarrar el tranvía que me llevara hasta las cercanías de mi casa, distante unas veinte travesías, mi madre que ya había regresado de su tarea y el vecindario, alarmados por mi ausencia, me buscaban por todas las zonas, preguntando desesperadamente por mi, mientras yo ajeno a todo el lío que había armado involuntariamente, volvía triunfante a mis lares, con 5 mangos en el bolsillo.

La autora de mis días y más de mis noches, cuando me reencontró entre lágrimas y besos, empezó a interrogarme exhaustivamente, y cuando comencé a contarle, todos los pasos que había dado para llegar al más grande triunfo de mi vida, y le mostré dicho premio, me agarro de una oreja e intento llevarme hasta el lugar donde se había desarrollado el porque de mi ausencia, pero un vecino que regresaba de dicho lugar, la convenció de que él había presenciado mi exitosa participación, y desistió de castigarme y me premio al otro día, gastando mi premio entre zapatos, camiseta, medias y pantalón del equipo de Club Nacional de Fútbol por el cual ella tenía gran simpatía.

Nota: Al salir del concurso con mi botín, niños mayores que yo, me lo quisieron quitar, pero tuve la suerte de que venía el tranvía y yo que estaba muy avezado a subir en marcha, por mi anterior experiencia, en la venta de las famosas pastillas Astra Americana, vieron frustrado su intento por mi precipitada fuga.


 

 

domingo, 23 de julio de 2017

LOS MALES NO VIENEN SOLOS

Una vez más, razón tuvo el refrán, no habiendo alcanzado los 8 años, una enfermedad poco frecuente, se introdujo en mi casa y me inoculó la difteria, el tratamiento a seguir, fue drástico, 40 días interminables de cama, con un inyectable cotidiano y una tina en mi habitación con un desinfectante, para evitar el contagio y la única persona autorizada por salud pública, a permanecer en dicha habitación era mi madre.

Al decir del tango, como todo llega a su término en la vida, después de la cuarentena, empezó mi recuperación, pero ni bien me sentí en forma, comencé a intentar volver al ritmo habitual de las cosas que solía hacer, antes de haber contraído esa perversa enfermedad, de a poquito noté que cuando daba pasos hacia el campito, donde nos reuníamos asiduamente, a jugar nuestro partidito de fútbol, veía que mi presencia, era poco grata y los niños al llamado de sus madres, terminaban la jornada y regresaba yo a mi casa, pensando que había llegado demasiado tarde, la razón que existía para que los partidos terminaran en el momento que yo llegaba, era una que tenía una gran lógica, a los oídos de las madres de mis amiguitos, había llegado que mi difteria tenía color y era negra, se suponía que era aún más grave que la incolora y tomando medidas drásticas y razonables, evitaban que sus hijos pudieran ser contagiados por mí, de dicho mal, pero mi tío y padrino, un gran jockey por aquellos años, encontró la solución a mi problema, y me trajo un balón que aún recuerdo con ternura, que fue tan maravilloso que logró en poco tiempo, que se duplicará el número de niños futbolistas, que me acompañaran en aquellas tardecitas, para disfrutar de nuestros encuentros futbolísticos.
Comencé mi entrenamiento, mi balón y yo solos, pero en pocos minutos, se iba acercando el más curioso y me hacía la típica pregunta, ¿es tuyo?, siempre atentos a la puerta de su casa cercana, para evitar el rezongo y algún coscorrón, que se podía llevar, por haberse saltado las reglas de su mamá, que le tenía prohibido acercarse a mí, por el momento, pero la fuerza de aquel flamante balón, le fue haciendo perder los temores y todos volvimos a disfrutar, de aquellos encuentros inolvidables, donde cuando mi equipo iba ganando, yo agarraba la guinda abajo del brazo, y terminaba el partido, era mi pequeña venganza, que después se me hizo hábito y lo hacía cada vez que tenía la oportunidad, ante el gran rechifle de mis compañeros de juego, pero hice valer, que yo era el dueño de la pelota.

No se borran de mi memoria, mis entrañables compañeritos de colegio y de potrero, "El Bocha del almacén", "El Lalin hijo de gallegos", "El Zurdo Galleta", "El Pocho de la herrería", "Artigas Gamarra" hoy un famoso pintor que triunfo en Paris y que creo que ahora vive en Cuba, "El Chino García hijo de otro Jockey", "El Julio Albornoz" y muchos otros, de los que recuerdo, con mucho cariño.

Con el correr de pocos años, dos de aquellos niños que compartían  nuestra afición, llegaron a triunfar en dicho deporte, uno el Pototo Argimón  llegando a ser titular en la primera división de defensor, y el otro, Pablito Arbeloa, siguió el mismo camino, alternando en Wanderes y en Peñarol de lateral derecho, pero tuvimos la suerte de que no se nos marearan y siguieran siendo los mismos muchachos del humilde barrio, donde dieron sus primeras patadas, que ellos con el transcurrir del tiempo y su calidad, llegaron donde merecían estar por su valor.

sábado, 22 de julio de 2017

1935

Si observamos detenidamente, las cosas que ocurrieron en el transcurso de dicho año, veremos que hubo motivos más que de sobra, para que un gran sector de la humanidad, sufriera golpes que quedaron plasmados en la mente, de los que les toco vivirlos.

Uno de ellos de incalculable dolor para los que amamos el tango, fue la muerte en un lamentable accidente aéreo, de D. Carlos Gardel, del que a pesar del tiempo transcurrido, desde el fatal desenlace, se sigue sin saber donde abrió los ojos a la vida, pero si se sabe, que si a alguien se puede destacar como al más grande e inigualable cultor del tango Rioplatense, sin ninguna duda fue él.

Otro de los hechos nefasto, que se estaba cocinando por entonces, fue la trágica y lamentable guerra entre hermanos, que tuvo como escenario a España, el inmenso dolor que causo  a partir de 1936 y hasta  1939, en vidas humanas  y bienes, ha dejado hasta hoy y presiento que no será fácil de superar, los odios y rencores, que dicho enfrentamiento a provocado.

No todo fue tragedia, porque en el 35 alguna alegría sin duda alguna, fue la de mi madre, esa alegría se le fue borrando al transcurrir de pocos años, cuando noto que por su culpa,  sin quererlo me inyecto dosis de tango diarias, a los alegres compases de Enrique Rodríguez con Armando Moreno, a mis escasos 7 años, con aquel inconmensurable arte, con el que me daba clases todas las tardes, que era una terapia con la que ella calmaba de alguna manera, el dolor que mi padre al marcharse por culpa de un maldito cáncer a sus 33 años, nos marco un futuro distinto, al que sin duda ellos habían planificado.

Aún tengo muy presente en mi memoria, que esa tremenda pérdida, nos hacía caminar por una senda hasta ese momento desconocida para mi madre, y mucho más para mi, ella emprendió como era lógico en aquella situación, el camino del trabajo, la medida normal que debía tomar en aquel momento, ya que no había recursos económicos, para afrontar la posición en la que habíamos quedado.

En marzo de 1942 ocurrieron estos lamentables hechos, que estoy narrando hasta el momento, ahí comenzó mi carrera de colegio, de idas a buscarme de parientes a las 5h de la tarde, cuando terminaba mi horario escolar, y ahí empezaba el ritual de niño que no llegaba a los 7 años, merienda, campito de la esquina, con pelota de trapo hecha con las medias de la abuela, con varios dobleces, rellenas de periódicos viejos, que de tanto retorcerlas y apretar entre varios, lográbamos que botara hasta 30 cms. del suelo, todo un adelanto por aquel entonces, para los pibes que nos íbamos criando, un poco a la bartola, en aquel hermoso barrio montevideano, del hipódromo nacional de Maroñas. La jornada  de diversión infantil, no terminaba para mi, hasta que a las 19,30, regresaba mi madre de su trabajo en la Asociación Cristiana de jóvenes, ahí venia la parte más dura, porque mi mamá, me hacía bañar, mientras me preparaba algo de cenar, pues no permitía que yo me acostara lleno de tierra, como yo llegaba del campito, y el vecindario oía mis lamentos, porque esto en las tardes de verano era aceptable, pero en las de invierno no era muy agradable, aunque yo había hecho distintas proposiciones, que no fueron nunca aceptadas, una a la que llegue con más argumentos, fue lavarme sólo las rodillas, que era lo que más me había ensuciado, pero nunca logré por esas épocas, convencer a Doña María, que por aquel entonces contaba 28 años.

sábado, 8 de julio de 2017

FRASEANDO



Saber vivir, no está al alcance de todo ser humano, respirar se les hace mucho más fácil.


Cuando un bobo abre la boca, un listo debe cerrar sus oídos.


Si alguien dice, que lo que escucha le entra por un oído, y le sale por el otro, seguro que se olvidaron de ponerle, el tabique en el medio.


Imitar es muy difícil, triunfar es imposible.


Cuando veas a un tonto florecer, riégalo por favor que no se seque.


Lo que sigue, es una cosa que pasa.

NEFASTA TRAGEDIA



Datos dignos de mayor credibilidad, aseguran que esta imagen es la última captada de CARLOS GARDEL en Colombia, horas antes del trágico accidente aéreo.

Hace 82 años, un 24 de junio en Medellín (Colombia), la infamia se ensaño con el más grande cultor del tango de todos los tiempos.


El mundo tanguero, sintió, siente y sentirá lo inmenso de tan enorme pérdida, felizmente la gran cantidad de grabaciones que dejo, nos permitió a todos aquellos que aprendimos a querer el tango, darnos cuenta de la incomparable voz difícilmente superada de D. CARLOS GARDEL.


Desde niño, por consejo de mis mayores aprendí a respetarlo, y siempre me explicaron que jamás  se debía bailar nada, que cantara "El Mago", y conmemorar cada aniversario de la desaparición de "El Zorzal".


Hoy con profunda tristeza, he comprobado que no es una gran mayoría la que predica ese ejemplo.